El narrador portugués asegura que, tras 25 años de trayectoria, el Festival Internacional del Cuento de Los Silos mantiene su dimensión humana intacta

Jorge Serafim, natural de Portugal, trabajó durante doce años en la Biblioteca Municipal de Beja. Allí nació su pasión por la narración, actividad que realiza desde hace más de veinte años con funciones para escuelas, auditorios, casas de ancianos y festivales de teatro. Este año, será uno de los invitado al Festival Internacional del Cuento de Los Silos.

Ha trabajado bastantes años en una biblioteca. ¿Siguen siendo atractivas hoy en día o están en peligro de extinción?

Yo pienso que, a pesar de lo digital, perdurarán, pero tienen que refrescarse. Una biblioteca para tener una relación con la comunidad tiene que saber leer sus cambios. Yo, por ejemplo, he trabajado con niños en mi pueblo: cuando estos acaban la secundaria, se van a la universidad y casi ninguno vuelve al pueblo. Por ello, hay que tener una lectura diaria de la comunidad, de las tecnologías, para saber siempre interactuar con ellos. Si la biblioteca no es un ser vivo, quedará parada en el tiempo.

¿El narrador se hace o se nace?

En mi caso, yo comencé a contar cuentos cuando empecé a trabajar en la biblioteca. Nunca había contado cuentos ni había tenido tantas estrategias de mediación lectora. Para mí, fue en la biblioteca. Yo, por ejemplo, no cuento todos los cuentos que escucho. Suelo contar historias que también hablan de mí. Entonces, pienso que hay algo muy bonito que nace entre los narradores y los oyentes y es que, en un contexto de tanta proximidad, al final somos lectores unos de los otros porque la forma en la que los cuentos a mí me tocan, trasparece en la forma que narro. Las personas comienzan a conocer un poco más de ti y tú un poco más del público: cómo reaccionan, cómo te miran o cómo se mueve el cuerpo. Para mí, con este acercamiento, nació una relación muy fuerte con la palabra, los cuentos y el público que me escucha.

¿Cuesta hacer valer el trabajo de narrador y que no sea visto como algo infantil e ingenuo?

Sí, siempre hay gente a la que le tienes que explicar que esta profesión de la narración oral es algo comunitario, de la familia, no solo para niños. Los cuentos, más que moralejas, son enseñanzas que tienes que entender. Estas historias hablan de muchas cosas: de dolor, agresividad, avaricia… La gente de hoy tiene que percibir que las palabras son para todo.

– ¿Qué papel desempeñan en la sociedad festivales cómo el de Los Silos?

Yo estoy sorprendido e impresionado porque conozco otros festivales como este, pero ninguno con la dimensión humana como el de Los Silos. Se necesita un tiempo largo para establecer conexiones con la sociedad y aquí son 25 años ya. Este ha sido un camino que se ha ido construyendo cada año, poco a poco, y es muy bonito. Los cuentacuentos, que traen palabras a la gente, son reconocidos y tratados por igual: parece una familia. La gran virtud de un festival cuando crece mucho es seguir manteniendo la relación con la comunidad. En Los Silos, se mantiene. Además, todas las instituciones quieren apoyar este evento, la gente viene desde otras islas…

¿Qué lo diferencia a este de otros en los que has estado?

En otros festivales, la intimidad y la relación con la comunidad es muy diferente. Hay otros festivales que están tan artísticamente profesionalizados que ni siquiera hablan contigo; se pierde la proximidad.

¿Cómo lleva narrar cuentos en una lengua que no es la materna?

Con los adultos, mejor, pero en ocasiones, con los niños es complicado. No es muy fácil, pero tengo experiencia contando historias en ciudades como Montevideo, Buenos Aires, Guadalajara, Salamanca…