Maruchy Hernández conoció un día el Festival Internacional del Cuento y, desde entonces, no ha vuelto a despegarse de Los Silos en otoño. Tras pasar dos años como voluntaria en la feria del libro y actuando en ArteTerror, ahora afronta su quinto Festival, el tercer como regidora general. La de Maruchy es, por tanto, una de las funciones más complejas y con más responsabilidad durante estos días. Todo debe estar en su sitio para que las sesiones transcurran a la perfección.
¿Qué implica ser la regidora general de todo el Festival?
Mi labor todos los espectáculos, desde controlar qué personas estarán en las puertas de cada espectáculo y qué regidor habrá en cada uno de ello hasta prever las necesidades técnicas que tengan: sonido, luces y hasta el atrezo que puedan pedir los narradores. En definitiva, hay que controlar cualquier recurso material: los propios del Festival y los de los invitados.
Si Ernesto R. Abad es el cerebro del Festival y Cayetano Cordobés el músculo… ¿Maruchy Hernández es el corazón que bombea la sangre a todos los órganos?
(Risas) El Festival del Cuento es como una gran obra de teatro con muchas cosas dentro. Se necesita a un regidor que controle que en el escenario está la silla del artista en su sitio, que haya agua, que tengan quién lo acompañe hasta donde se hace el evento… Es toda una red. Mi función es controlar a todas esas personas.
¿Cómo se organiza la regidora del Festival para estar en diferentes actos que comienzan a la misma hora?
Contando con un buen equipo. Esa es la única forma de que funcione este Festival. Yo decido qué persona es la responsable de cada espectáculo y solo me dedico a supervisarlo. En realidad, es todo el equipo el que logra que cada cosa esté en su sitio.
Descartando hablar de semanas, ¿cuántos meses lleva preparar toda la parte material del Festival?
Muchos. Desde principios del verano se trabaja de forma más intensa y ya tomando decisiones. Empezamos a cuadrar los horarios, ver qué espectáculos pueden coincidir en la misma hora, qué recursos puede haber en cada uno… Pero, evidentemente, se comienza a trabajar desde mucho antes. El lunes siguiente a que acabara el Festival del 2016, el director me llamó para sugerirme un narrador que podría venir en 2017… y, de hecho, ha venido este año.
¿Qué es lo más complicado que recuerdes que te hayan pedido para una actuación?
El año pasado, por ejemplo, Iñaki Carretero (que este año repite como invitado), nos pidió pocos días antes de su espectáculo un cajón de percusión. Mi respuesta inicial fue un “¡NO!”, porque no se me ocurría dónde podría encontrar ese instrumento con tan poca antelación. Sin embargo, a través de la colaboración entre las personas de la organización y conocidos, se lo conseguimos. Y así pasamos de una rotunda negativa inicial a llevarle a Iñaki un cajón de percusión. Además, en las producciones propias del Festival te pueden pedir cualquier cosa, como es el caso de ArteTerror. Ahí ya no te asombra nada.
¿Las conocidas como ‘Noches de Terror’ es lo más complejo de preparar?
Sí, porque es una obra de teatro basada totalmente en el texto y donde lo fundamental es el mensaje que se transmite. En esta edición, la idea del director requiere de muchas necesidades técnicas y un perfecto ajuste entre el texto, la música, la iluminación y los sonidos ambientales. Por suerte, tenemos un técnico de sonido y dos regidores muy buenos, así como decorados y los vestuarios, que son propios. ArteTerror tiene detrás un trabajo muy grande.
¿Con qué momentos o aspectos te quedas de todo el trabajo que se realiza durante el Festival?
Me quedo con sensaciones, como las que tengo mientras se desarrolla ArteTerror y estoy esperando por fuera a que termine para traer al siguiente grupo… Son momentos de descanso. Me quedo con sensaciones cuando se acaba un espectáculo y le veo la sonrisa, la sorpresa o el miedo a la gente; que el público te pare por la calle y felicite a la organización; con el pueblo lleno de gente en un 99,9% feliz e, incluso, agradecida por el trabajo… En definitiva, con todo lo humano.
Es verdad que cada novedad te llama la atención de manera distinta. Este año, por ejemplo, tenemos espectáculos en Pina o en Los Lavaderos. Ahí vibras más, porque estás mucho más pendiente de si los espectáculos saldrán bien.
¿Echas en falta algo en la logística?
Es muy complicado. Todos los años intentamos mejorar y pedimos opiniones a todos de cara a la edición siguiente. En cuanto a limitaciones, tenemos un pueblo pequeño y el público no tiene donde quedarse porque se llenan todas las camas (¡con esto no quiero decir que se construyan más hoteles!). Por otro lado, si por fin contáramos con la Casa del Cuento sería todo mucho más cómodo.
A grandes rasgos, falta infraestructura teatral. Tenemos pocos escenarios fijos donde ya esté instalada la iluminación y el sonido, porque siempre resulta mucho más complicado montar escenarios móviles.
Aun así, es clave equilibrar los recursos necesarios con la idiosincrasia de un Festival diseñado para sesiones con poco público…
Eso no se debe perder nunca. Lo mejor del Festival es que se hagan actuaciones para públicos pequeños en casas, zaguanes, en la calle, en el patio del convento, en la casita de papel de la montaña… Es maravilloso. Aunque, evidentemente, cuanto más dinero tengas podrás invertir en más cosas.
¿Qué anécdotas recuerdas especialmente en estos años?
Recuerdo los desmayos en ArteTerror. Dos años consecutivos se desmayó el mismo chico. En la segunda ocasión, nada más recuperarse dijo: “Ay, ¿otra vez?”. En realidad, él iba porque le gustaba. Al año siguiente, el director tuvo la brillante idea de incorporarlo como regidor del espectáculo y ya no se ha desmayado más (risas).
Sin salir de ArteTerror, una vez intervine como actriz lanzando unas cucarachas de plástico a una señora de Los Silos que salió corriendo porque le tenía pánico a esos insectos. Desde entonces, esa mujer me llama “la de las cucarachas”. Sí, para algunas personas de Los Silos, yo soy la señora de las cucarachas.
A pesar de todo, situaciones como esas suponen mucha responsabilidad…
El Festival siempre actúa de forma responsable. En determinados espectáculos, como en ArteTerror, se advierte que no son adecuados para personas con fobias o problemas cardiacos, aunque siempre contamos con una ambulancia por si ocurriese algo. En otros, se recomienda el uso de ropa y calzado cómodo. De todas formas, el público siempre es responsabilidad del Festival.
A estas alturas, debes ser conocer a la perfección todos los adoquines de Los Silos. ¿Has calculado alguna vez cuántos kilómetros recorres durante el Festival?
Nunca lo he hecho, pero… Hay días que el primer espectáculo empieza a las 8 de la mañana en la montaña de Aregume, por lo que tengo que estar en la calle desde las 7. Además, el día antes me acuesto sobre las 2 y media de la madrugada, una vez acabamos con la última sesión de ArteTerror. Durante estos días tengo que subir a la casita de papel, luego ir al instituto, el centro de salud, al almacén para buscar material… Son muchos kilómetros. Además, preparo los Callejones de palabras con los alumnos de Magisterio y hay sitios por dónde creo que no ha pasado gente de Los Silos, así que creo que me conozco algunos callejones que ni los silenses conocen (bromea).