Noemí Villamuza combina las casualidades con la formación y profesionalidad a lo largo de su vida. Comenzó su trayectoria en la Ilustración en cuarto de Bellas Artes, cuando casualmente decidió cursar una asignatura dedicada a la materia en cuestión. Por casualidad fue elegida por un profesor para ilustrar libros de texto en la Editorial Anaya y una vez más, casualmente, coincidió con el boom  de los libros ilustrados a finales de los noventa, lo que le permitió darse a conocer y presentar su trabajo a muchas editoriales. Su última casualidad fue llegar al Festival del Cuento de Los Silos de la mano de Ernesto Rodríguez Abad en el 2017, y por casualidad, aunque en este caso considero que tuvo más importancia su profesionalidad y validez creativa, se convirtió en la autora del cartel del XXIII Festival del Cuento de Los Silos.

Pese a ser una entrevista pactada que el blog del Festival demandaba, fue casualidad encontrarnos con unas respuestas brillantes y emocionales, siendo más que una entrevista una charla entre conocidos sobre la Ilustración y el Festival.

¿Qué tal ha sido su experiencia en el Festival? ¿Qué es lo que siente al estar aquí?

Este año confirmo lo que sentía el año pasado, pensé que lo de la edición anterior sería una circunstancia excepcional pero ya me he dado cuenta de que es así. Ahora que he vuelto a venir compruebo que el Festival es especial y tiene magia.  Tenía un poco de pena porque el año pasado hice un montón de amigos y conocí a narradores, escritores y cuentacuentos profesionales que este año no están, pero el Festival lo que hace es abrir puertas a que la gente conozca a diferentes artistas y eso me causaba pena. Cuando me he dado cuenta de que cada año hay gente especial, de calidad y con una manera distinta de contar he tenido que aceptarlo, porque la magia está intacta y aprendes mucho de otras culturas.

¿Cómo se enfrenta al papel en blanco?

Cuando me pongo a trabajar no me siento en blanco porque yo trabajo con textos o guiones de otros. En este caso, para el cartel de Los Silos mi guion era el aire y mi vivencia del año pasado. Ya sabía que en el cartel tenían que volar libros, páginas y cuentos, además de que las protagonistas debían ser las lavanderas de Los Silos. Por eso digo que estoy en blanco pero no del todo, porque ya detrás tengo una música que es el guion. Yo nunca me torturo sentándome delante del papel, para inspirarme camino, paseo, viajo y busco cosas hasta que voy teniendo los ingredientes necesarios para llevar a cabo la creación, no me da especial miedo el papel en blanco.

¿Cuál es el proceso creativo que lleva a cabo cuando realiza un diseño?

Cada autor tiene un proceso para generar sus ideas, la mía es fabular mucho, montarme una gran película mental y elegir músicas que me sirvan de banda sonora del proyecto. Es lo que decía antes, necesito mis ingredientes, que en el caso del cartel de Los Silos pueden ser aire, viento, pliegues de ropa, seres voladores, una ola, el azul porque es reflejo de mar y cielo. Es pensar en colores, sensaciones y sonidos, es decir, todo lo que acompaña a un creador cuando está sentado en su mesa.

¿En qué se inspiró para hacer el cartel?

Me inspiran mucho Ernesto y sus charlas, saber cuál fue el origen del Festival y lo inspiradora que fue su madre para todo esto como mujer que contaba historias, como amante de los cuentos e incluso como lavandera de Los Silos. Después de hacer un primer cartel en el que el público de Los Silos volaba, es decir, un abuelo, un niño, una mujer… no lo veía claro y cuando estaba a punto de entregarlo me di cuenta de que no tenía que ser público de Los Silos, tenía que hacer un homenaje al origen de los cuentos y uno de los lugares era los lavaderos, donde las mujeres lavaban y contaban historias, donde nace la tradición oral.

Por otro lado, creo que también es una manera de dignificar el trabajo femenino, las mujeres que son madres y crían a sus hijos regalándoles historias mientras lavan ropa. Todo empezó por la placa en honor a las lavanderas que se colocó el año pasado aquí en Los Silos, me hizo pensar que tenía que agradecerles el haber estado aquí, me pareció que son unos personajes mágicos, mitológicos, personas que a pesar del esfuerzo que les supone lavar y lo pesado que es para el cuerpo, también son espíritus que vuelan y flotan.

¿Qué significó para usted que la eligiesen para hacer el cartel?

Me pareció un honor, sentí que me recibían por la puerta grande. El año pasado hice un cuento de tresillo y unos talleres para familias, venía de haber ilustrado el libro “El Príncipe Durmiente” con Ernesto. Creía que los carteles del Festival estaban encargados a artistas locales o con alguna particularidad especial y que el Festival decidiese que haría yo el cartel significaba que este año podría volver a estar aquí. Estoy súper agradecida.

¿Qué le ha aportado el curso “Poesía Visual” impartido por usted?

Me aporta la posibilidad de escuchar de donde viene la gente a la que le imparto el curso, yo les puedo aportar mis trucos de ilustradora y mi manera de comunicarme visualmente, pero a mí me sirve mucho saber de dónde vienen porque en los talleres hay desde maestros hasta administrativos y padres de niños. Todo el mundo quiere estímulos nuevos y una mirada diferente de lo que ya ha visto. Les explicas cosas que luego abren un libro ilustrado y lo ven de otra manera. Se trata de darle una vuelta de tuerca y con ojos de imaginación intentar que descubran nuevos aspectos en un dibujo.

¿Qué le aporta hacer las formaciones a universitarios?

Siempre salgo sorprendida de la generosidad que tienen los alumnos que acuden a estos cursos, parece que vienen porque son ilustradores casi profesionales y quieren terminar de aprender, pero cada vez más me encuentro con gente que no quiere ser ilustradora, pero que compaginan su vida con los libros ilustrados, es algo para mí súper bonito. En los últimos años ha habido un auge del libro ilustrado, lo consume gente que no tiene hijos y que lo compra para uso propio, creo que los adultos lo utilizan como refugio y medida de evasión.

He conocido a gente que trabaja en animación a la lectura, mediación social o atención a personas con situaciones complicadas. Estar en el sector social y utilizar la ilustración como una manera de ayudarlas a comunicarse me parece algo muy guay. No es el uso habitual de conocer la vida del ilustrador, sino que ahora hay un interés de conocer la parte más humanista de los libros para después trabajarlo con otras personas. Es una disciplina que cala en otras profesiones y que tiene algo de terapéutico. He aprendido el concepto de “cuento terapia”, es un concepto que me encanta porque un cuento realmente es una medicina muy concentrada, se trata de una enseñanza en pocas palabras y con imágenes.

¿Se ve el resto de su vida dedicándose a la Ilustración?

Me gusta mucho la formación, la ilustración es muy bonita pero muy cansada. Un dibujo requiere de muchas horas, de dejarse la vista, las manos y la espalda y sé que cada profesión tiene su trastorno físico asociado. Ahora me canso mucho más que antes, no aguanto tantas horas dibujando y mi dibujo es más suelto, sucio y expresivo. Creo que a veces hay un exceso de cuentos y no siempre son necesarios, a veces hay cuentos frívolos que no sé por qué están en el mercado.

No pienso en hacer libros por hacer o crear ilustraciones que no me creo, por lo que desde hace algunos años he decidido dedicarme menos a los cuentos infantiles y más a novelas adultas ilustradas. Me apetece poner la atención en un libro especial, no en trescientos que no me importen tanto. Me gusta mucho la formación y ayudar a estudiantes a avanzar en sus procesos creativos, inspirarlos a través del dibujo, trabajar con niños y educadores. Hay muy buen feedback puesto que ellos también me enseñan a mí sus métodos de trabajo.

¿Es el Festival una fuente de inspiración para usted?

Totalmente, en el Festival hay un grupo humano tremendo. El Festival tiene la esencia local y canaria de ser acogedores, simpáticos, muy cuentistas, que van por la calle y charlan de forma festiva. Por otro lado también tiene la magia de ser un sitio pequeño de vida sencilla donde todo lo haces caminado. Para mí que vengo de una ciudad grande esto es un regalo, no tener que estar con el coche, con prisas porque no llegas o el metro se retrasó. Todo es de la plaza al exconvento, de ahí al centro de salud… es maravilloso y te ayuda mucho a estar en paz y abrirte puertas a conocer más a los seres humanos, porque son personas transeúntes de un cuento.

Al Festival también se le une un elemento cosmopolita y colorido que se basa en que alguien viene de Colombia, Venezuela, Finlandia o Irlanda, es algo muy bonito e inspirador porque estás en un punto del mapa en el que hay gente de muchas culturas comiendo, desayunando o contando. Contar depende mucho del origen y cultura de cada persona, además del carácter que le imprime al cuento el propio narrador. Aunque traigan una esencia de su cultura, también influye mucho su forma de ser y todo eso si eres un poco observador es muy bonito porque los sacas de la narración y los ves en la plaza tomando café y la forma en la que toman café, hablan o se relacionan también es inspirador.

Ver a los niños en la calle dibujando y dejando en las paredes mensajes como “lo importante es el ahora mismo”, nos recuerdan que aunque estemos tan atados a la comunicación excesiva y a las tecnologías, el cuento nos sirve para recordar que lo importante es el contacto humano, el hablar y escuchar de piel a piel. Las máquinas sirven para grabar, nos facilitan la vida pero también a veces nos sirven de barrera. Por suerte, como los niños no tienen o no deberían tener móvil, creo que son los que nos van a salvar, son los que dicen “hola, estoy aquí, ¿jugamos un rato?”. Los que ilustramos sabemos que tenemos que tener muy presentes a los niños y últimamente se están quejando de eso. Por esto, ver un mensaje como el de aquella sala escrita con letra de niño y con sus faltas de ortografía me pareció un cuento más de Los Silos.